Mi querida y amada hija, cuando el mundo experimente La Advertencia se dividirá en dos partes.
La primera parte consistirá en aquellos que han aceptado la Confesión, y cuyas almas han sido envueltas con el Espíritu Santo. A partir de ese día, su conversión será completa y, por ello, sufrirán a manos de los que rechazan Mi Mano de Misericordia.
La segunda parte estará formada por aquellas almas endurecidas cuya lealtad es a la bestia y que han comprometido sus corazones y almas a Satanás, deliberadamente y con pleno conocimiento de lo que están haciendo. Porque creen en el supuesto paraíso que les ha prometido, que por supuesto no existe. Su destino es el sufrimiento eterno en las llamas del infierno.
Hay también aquellas almas que no creen en Dios o en Mí, su Salvador, Jesucristo. Mi Misericordia no será aceptada por muchas de ellas. No les importará el estado de sus almas porque creen que no importa. Estos son los ateos - muchos de los cuales son buenas personas de corazón, pero que creen que ellos controlan sus propias vidas y que su búsqueda de deleites mundanos los sostendrá en esta vida; que esto será suficiente para traerles paz y satisfacción, lo cual por supuesto, no puede ser, porque es imposible hasta que el pecado sea erradicado.
Su obstinación significa que, a menos que cambien y Me acepten a Mí, Jesucristo, no podrán ir a Mi Padre. No se les puede dar acceso al Paraíso que Él ha creado para todos Sus hijos.
El mayor error que se puede cometer es suponer que sólo los pecadores empedernidos son arrojados a las llamas del Infierno. Tristemente todos aquellos que rechazan a Dios, no pueden estar cerca de Dios, ni pueden ser forzados a aceptarlo. Su libre albedrío es el gran Regalo dado a ellos por Dios. No se les puede quitar a través de la fuerza de ningún tipo. Será por su propio libre albedrío, el que dictará su destino. Ellos escogerán Mi Mano y entrarán al Paraíso, o aceptarán las mentiras plantadas en sus mentes por Satanás, que sellarán su destino.
